viernes, 8 de mayo de 2009

PENSAR EN FRIO

Realmente no me pude resistir y caí en las redes de la tentación; en ese momento fui muy feliz, pero hasta hoy sufro las consecuencias de esa relación. Cada vez que la veo siento ese cosquilleo en la panza digno de un adolescente, me pongo nervioso y aunque quiero evitar mirarla, le clavo los ojos de una manera que a ambos nos incomoda.

Es un bombón: veintiún años, pelo castaño, ojos color miel, unas piernas divinas, una delantera infartante, muy delicada y femenina; hermosa por donde se la mire.

Los dos trabajamos en la misma empresa y desde el día en que se incorporó al plantel supe que estaríamos juntos. Al principio no hablábamos, sólo teníamos el contacto normal de dos compañeros de oficina y durante ese tiempo yo aproveché para averiguar cosas sobre ella.

La sensación que me invade cada vez que la veo es indescriptible. La adrenalina que me provoca tenerla sentada al lado en medio de la oficina y tener que cerrar los ojos y respirar profundo para disimular que me muero por ella. Ni por la madre de mis hijos sentí eso nunca.

Una noche la llamé a la casa y hablamos un largo rato hasta que la charla se desvirtuó y terminamos teniendo sexo telefónico. Ninguno de los dos habíamos experimentado esa sensación antes y fue verdaderamente excitante.

Hasta esa noche, nunca había pasado nada físico entre nosotros y al día siguiente nos encontramos temprano para desayunar juntos. Allí Nos besamos por primera vez.

Un viernes se organizó un after y fuimos todos los de la oficina. Cenamos, bailamos, nos divertimos mucho. Las horas iban pasando y la gente se iba yendo hasta que finalmente quedamos solos nosotros dos.

Fuimos a mi casa y pasamos la noche juntos, tuvimos un sexo maravilloso y lo poco que dormimos fue abrazados. Recordar su cuerpo desnudo en mi cama me da escalofríos y una terrible angustia. Siento como si la garganta se me cerrara y una presión terrible me oprimiera el pecho. La extraño demasiado.

Sin embargo, no fueron ni mis hijos, ni mi ex mujer, ni la diferencia de edad los responsables de que nuestra relación no haya sido próspera, sino que el ámbito laboral fue lo que nos obligó a terminar.

M.

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